Con la muerte de Mario Benedetti no solamente marcha un escritor, un poeta; sino que perdemos una de los puntos de vista más rebeldes de la sociedad contemporánea. Cada vez estos actores, de los que antes rebosaba el mundo, son menos, casi inexistentes; como las burbujas de un vaso que se van perdiendo una a una hasta que el líquido yace en calma.
Y efectivamente, muchos habrán encontrado sosiego al ver que unos de los críticos al sistema actual han partido, y con él lo diferente; lo que podía ser peligroso ya que dibujaba caminos distintos y más coherentes que los que nos plantean los marionetistas.
Pero muchos de estos parecen haberse mostrado afligidos por su fallecimiento, manipulando su figura para intentar desvirtuarla; arrimando vilmente el ascua a su sardina. Han sacado de los cajones las fotos de Don Mario con la reina, los políticos blanden sus palabras como propias, etc.
Hay diarios que lo han definido como “el poeta del compromiso”, periódicos que, incompresiblemente, no comparten la misma visión del mundo; que califican los mismos pensamientos en otras caras como “radicales”. Otros añaden además “poeta del amor (…)”, sin embargo, no hacen más que enumerar alguna de sus obras no reflejando la raíz de sus escritos.
Podemos por tanto resumir, que los que van a descansar en paz son otros.
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